lunes, 21 de febrero de 2011

Comer, saltar, robar, ser atrapado

Ya estaba todo listo y  preparado para tomar el desayuno, exceptuando una cosa, la pobreza que os invadia nos asediaba con dolor. Lamento que esto fuera repetitivo, y cada vez más temprano.
El pan luchaba para no morir, y ser despedazado en parte para tantas personas como fuera posible. Las manos que se acercaban a él parecian palillos en delgadez fétida...- tal vez me engañe. Tal vez no es así. Pero mi mente está transtornada, en un mundo distorsionado, tratando de narrar un hecho, que ya se a robado la sobriedad de mi pensamiento. Yo ya no lloro gotas de agua.
Pasadas las nueve de la mañana, las calles volvian a estar regularmente escasas, la gente que debería circularlas, están trabajando, ganando su pan justo, no pan inmundo.
En medio de franjas de cementos, en las calles de la ciudad, se encontraba este humilde hombre saltando. "Por qué", se preguntaran. Hacer cualquier cosa para que me den al menos una moneda- es la respuesta que sale de mis labios, aún cuando nadie habla conmigo.
Brincando como "un niño bueno"; ya me acercaba a mi destino.
El nerviosismo en las manos y en la mente- tal vez es sorprendente- estaba ausente, casi completamente.
Al acercarme a mi plan, me asaltaban ideas agobiantes, absurdas, que decidí ignorar. Al trancurrir la consumación de mi gran actuacion, mi accion heroica, sentia como un fuego, sensacion parecida a acercarse a una llama. ¡Ja!, el fuego no me hace nada.
Después de unos instante, yo me encontraba corriendo, dejando atrás un ambiente de tristeza, impotencia, nerviosismo, en fin, de mucha tensión. "Luego de que pase todo esto, estaré muy cansado".
Me hallaba en las mismas franjas de cemento, pero con un paso más rápido que el habitual, con pensamientos de culpa, remordimiento y con diversas excusas. Mi mente se habia convertido en un ring de batalla en el que debia ganar alguien, ¿la tristeza, la angustia, la culpa, la excusa? Estaba seguro que los perdedores se desvanecerian pronto, la batalla ya era continua y rutinaria, con un campeón frecuente.
¡Qué es eso!, ¡no!
En mi ser se lanzaban gritos a un precipicio de angustia, preguntándose arrogantemente y maldiciendo al vacio obcuro.
Hallabanse en las calles de la ciudad que yo habia pisado, un par de esos "hombrecillos justicieros", me perseguian, atrapaban.
Ellos me capturaban con mis manos sucias, el dinero dentro de la bolsa gritaba: tonto, tomaste una mala decision.
No entendía, sólo había robado.